jueves, 5 de marzo de 2009

Luces, Cámara…Homenaje a Emilio Carballido

La Antigua Capilla cambió abruptamente al cambiar la mesa del pódium y las sillas por dos troncos y un par de micrófonos. En tal escenografía se llevaría a cabo la representación de Conversaciones entre las ruinas como parte del homenaje póstumo al dramaturgo Emilio Carballido que la XXX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y Libros Godot se servían en presentar.

En un teatro, mientras el público espera sentado el espectáculo, los preparativos quedan ocultos. En cambio, mientras la espera se cocinaba a fuego lento en la Capilla, los tramoyistas ofrecían el show del acomodo de las luces, las pruebas de sonido y el conecte de los cables en la consola de audio.

La gente disfrutaba o se impacientaba. Llegó Fernando Macotela, el director de la feria, a presentar el acto y agradeció a la gente por su espera y a Libros Godot por su misión de salvaguardar las artes escénicas. Mencionó que son 887 los actos culturales que esta fiesta del libro ofrece a los interesados de la cultura.

Por fin pisan el escenario los actores Alberto Estrella y Ángeles Marín. Visten ropas ligeras de color blanco, similares a la fresca tela de manta. La camisa entreabierta de Estrella y el escote de Marín forman parte del decorado.

Sólo representarán una parte del total de la obra; así, antes de actuar, contextualizan al auditorio sobre lo que verán a continuación. Las luces permanecen prendidas mientras leen el guión. La gente deja escapar un rumor que exige ya la obra.

De pronto empieza el acto. Se apagan los focos y un tenue brillo azul y amarillo encierra a los histriones. Los fotógrafos se atraviesan y los flashes de sus cámaras incomodan a las personas de la primera fila, sumado a las cámaras que filman la introducción.

La obra de teatro gira en torno a una mujer y un hombre en algún punto de la selva. Los diálogos son aprehendidos por la muchedumbre con voraz apetito de drama. Los personajes permanecen erguidos, mirando hacia algún punto ciego que hace creer a algunos que los están viendo a los ojos.

Los ojos entreabiertos de Alberto y el deguste de Ángeles empiezan a cobrar sentido. De pronto, la furia del rol masculino provoca las lágrimas de la mujer. Los espectadores se cimbran por la fuerza escénica que, como un sol, abraza a todos.

Al finalizar la escena, los aplausos devoran a la sala. Esa es la ventaja del teatro. A pesar de los pequeños errores que simulaban improvisación, el profesionalismo de los actores convenció a todo el público.

MTR

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