lunes, 6 de abril de 2009

CL 8. De la corrección a la ultracorrección

El cliente siempre exige lo mejor ante lo que compra. En los libros, además de las presentaciones, encuadernaciones o colecciones de alta elegancia o modesta sencillez, el lenguaje es indispensable para la empatía con los que nos darán su dinero.

¿Quién no ha tenido ediciones españolas o argentinas que utilizan regionalismos como “zapatillas deportivas”, “ordenador” u otras zarracaterías? La demanda y la competencia obligan a las editoriales nacionales a utilizar el lenguaje adecuado para el público que leerá.

La importancia de la correcta utilización del lenguaje previene el deterioro de éste mismo. Además, el proceso de aprendizaje se enriquecerá si el lenguaje plasmado en las páginas de los libros es correcto.

Los anglicismos en los textos sólo se permiten cuando son necesarios en la jerga especializada, como en los libros de biología o medicina. También, son necesarios en tecnicismos o en algunos sectores que no conocen otra palabra en su lengua natal para describir una acción o adjetivar un sustantivo.

El lenguaje es un ente vivo. El único capaz de limitarlo o expandirlo es el pueblo mediante su uso. Los diccionarios o las instituciones dogmáticas son órganos que unifican las variantes; sin embargo, las personas son quienes manejan, actualizan o descontinúan las palabras.

La industria editorial es responsable de jerarquizar, en las traducciones o en la corrección de originales, el lenguaje popular. Y si requiere una cierta erudición las obras, es necesario que se usen los anglicismos necesarios.

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