Una sociedad que vive al límite sus emociones es una sociedad desvalida y fragmentada. En asuntos del gobierno, como diría Ortega y Gasset, “el primer síntoma de una sociedad enferma es que sólo habla de política”. Todos los límites son dañinos al conglomerado, así como también sus temores.
El miedo es la sublimación de todos los temores reunidos en un solo objeto. Hay quienes se aprovechan de esta emoción para controlar colectividades y eliminar individualismos en la ciudadanía. Gobierno, publicistas y cualquier grupo que maneja información, creencias y dogmas es propenso a imperar sus intereses a terceros.
Alan Moore, en su novela gráfica V for Vendetta, expone una situación hipotética en donde la población de Londres, temerosa y bajo las órdenes de un gobierno fascista, obedece sin chistar las corruptas prácticas de la autoridad.
Esta ala radical sube al poder debido a la seguridad que les ofreció a sus compatriotas ante el estallido de una serie de guerras apocalípticas y ficticias; y sobre todo, por la hecatombe viral que se desata en el asentamiento militar de Larkhill, sitio cercano a las ruinas de Stonehenge. La epidemia se desata y sólo el gobierno fundamentalista tiene la medicina precisa para emprender el orden en la Gran Bretaña.
Nuevamente, como diría Dostoievski, “la realidad supera a la fantasía”. Así como los nazis se instauraron en la Alemania devastada de 1930, o como Estados Unidos y Rusia protagonizaron la psicosis de la guerra nuclear, así Alan Moore rescata la vulnerabilidad del ente social y enfatiza la nula responsabilidad social de los sirvientes del poder.
Ahora nos enfrentamos a la mundialización, corriente imperante en el comercio, intercambio de bienes y contenidos en los mercados globales. Las fracturas que ha enfrentado este sistema han dejado en la población internacional consecuencias flagrantes; mientras que, las amenazas no son más que tenues sombras.
La gran depresión de 1930 y la crisis inmobiliaria de la actualidad tienen en común la especulación que las originó. Los movimientos bursátiles, la cotización, oferta y demanda son sustantivos intangibles como amor, odio y felicidad. El efecto destructivo de las crisis se ve en la cantidad de personas que abandonan su posición de “clasemediera” y se sumen en la miseria.
Si esto ha causado terror, no hay por qué extrañarse que la gripe porcina sea el nuevo ángel de la muerte. Lamentablemente, existen razones suficientes para creer que la enfermedad es y no es real.
Los hechos son los siguientes: La Organización Mundial de la Salud ha elevado la pandemia a nivel 5, esto implica que todos los países tienen que implementar medidas de protección. La cifra de finados en el país suma ya 159 y Estados Unidos secunda el monto con 65 muertos. También, Cuba, Argentina y Canadá suspendieron los vuelos de y a México.
Las sospechas se fundamentan en la duda imperante que los mexicanos tienen hacia su gobierno (mismo que no ha hecho nada para sostener la confianza del pueblo). Que si es una maña mundial, una estrategia para chingarnos o una pantalla que encubre delitos de cuello blanco, las dudas siguen aumentando.
La incertidumbre lacera y se transforma en terror. Reto a la gente a tener sentido común ante la confusión; es deprimente salir a las calles y ver a los transeúntes, con cubrebocas de por medio, que sólo asoman sus ojos quebradizos y el bozal que llevan no los deja diferir.
Hay que ver lo constante de la situación: Se están perdiendo 1,500 millones de pesos en los giros mercantiles nacionales, Roche (empresa farmacéutica suiza) tiene el monopolio del Tamiflu, único fármaco que responde a la influenza; y a su vez, el verdadero problema es que la influenza porcina es un virus, un ser viviente que avanza y evoluciona sin que la ciencia alcance su paso.
El miedo ha cegado a tres cuartas partes de la ciudad de México. Reitero a que la gente esté tranquila ante lo inminente de la plaga. Además, por qué ahogarse en un vaso de agua si la gripe porcina no se compara a las más de 10 mil personas que han sido acribilladas por el narcotráfico. Es mejor preocuparse en eliminar las plagas más nocivas de nuestro país: analfabetismo, corrupción, sindicalismo, inseguridad y partidocracia.
Que no se pierda la cabeza ante tanta publicidad que ha causado la gripe mexicana. Si en verdad somos responsables de originar la enfermedad en Perote, Veracruz, que la historia nos juzgue de la misma forma que el viejo continente fue juzgado por traer a las Américas la viruela y el cristianismo.
Si el miedo sigue presente, que no nos extrañe que las situaciones se vayan yendo poco a poco de nuestras manos para que, al final, respondan sólo a intereses de particulares.