La noche del último día de Febrero de 1973 asesinaron a Bobby Fillinger. El crimen sucedió en una plazuela que comunicaba dos tenements del Bronx, en Nueva York. Sin embargo, en este homicidio no sólo estuvo involucrado el asesino, sino también los habitantes de los edificios.
I
Aquella noche acosté ya muy tarde a mis dos niños. No pudieron estar mucho tiempo en la cama ya que unos gritos que venían desde afuera irrumpieron mi morada. Inmediatamente, los dos críos se postraron en la ventana. Yo corrí hacia ellos para volverlos a acostar, pero cuando me asomé vi cómo un hombre se desangraba en el patio. Ya muchos vecinos estaban a su alrededor y otros más curioseaban. Les di una zurra a mis muchachos, cerré las ventanas y apagué las luces.
II
Lo primero que pensé es que era otra bronca de mis vecinos, el matrimonio italiano. Son muy ruidosos; usted no sabe, por todo pelean, desde la mañana hasta la noche. Creo que ninguno trabaja, se dedican sólo a gritar. Ah sí, el punto es que yo si vi cuando cometieron el crimen, estaba en mi ventana terminándome mi pipa. Me asusté mucho y mejor me fui a dormir. ¿Qué por qué no hice nada? Ehh, bueno, pues creí que alguien más lo iba a hacer, había muchos y ya no había nada más para mí.
III
En ese día, por el solo hecho de estar cerca del mundo exterior ya estaba pecando. Aun no terminaba el sabbath así que debía guardar la mayor compostura que podía. Si oí un gran barullo afuera del edificio, pero no me importó, que se vaya al infierno toda esa escoria.
IV
¡Malditos negros! Estoy seguro que quién lo mató era un asqueroso nigga. Nuestro Tenement, y en general, todo el Bronx es asqueroso por ellos. No, no conocía a Bobby, pero estoy seguro que era un hombre de bien. ¿Qué? ¿Qué era negro? Bueno, en eso caso que bien que se murió, que se acaben entre ellos.
V
Estaba apenas entrando. Vi a dos hombres que estaban peleándose, ya sabe, esto no es raro por aquí. De pronto, un grito rompió el ritmo de mis pensamientos. Una sombra atravesó corriendo hacia el otro tenement y otra se quedó tirada. Me acerqué al pobre infeliz que poco a poco se desangrada. Rugí y casi aullé pidiendo ayuda, había tantos mirones y ninguno hizo nada…corrí hacia la calle buscando un policía o un teléfono público; y mientras, esperaba que el muchacho, que ya se sacudía en espasmos, resistiera sólo un poco más.
VI
Los peritos dijeron que el muchacho podía haberse salvado. La herida no fue muy profunda, pero terminó por herir una arteria que drenó su sangre. Es imposible creer que todos se dieron cuenta de lo que pasó y nadie hizo nada para ayudar. De no haber llegado yo, el cadáver aquí seguiría. No señor, ningún cuerpo de rescate, policía o bomberos está preparado para combatir la apatía de la gente.
VII
La muerte de Bobby Fillinger ha enseñado a nuestro pueblo lo vulnerables que somos. Las características de la sociedad moderna han incrementado los crímenes, accidentes, asaltos y emergencias médicas; y la inadecuada atención a los reportes y métodos de prevención amenaza a la población que sigue en aumento. Es por eso que, a partir de marzo del presente año, el número universal de emergencias será el 9-1-1. Con este número la Casa Blanca y la American Telephone and Telegraph Company (AT&T) se comprometen a salvaguardar a todos los ciudadanos del país. Porque todos podemos ser Bobby Fillinger, muchas gracias y que Dios bendiga a América.
1 comentario:
Ah no mames es tuyo está rebueno
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