En el año de los centenarios de la gresca independentista y de la revolución, los interesados en la historia tienen que acercarse a los libros de divulgación y a las revistas; no para criticar los procesos, sino para comprenderlos.
Para entender el caos del presente está la historia. Esta disciplina ayuda a los curiosos a entender las circunstancias actuales; sin embargo, no da recetas aplicables. Eso es tarea de la historia natural pero la historia humana no se guía por leyes, según Othón Nava, historiador por el Instituto Mora.
En el marco de la XXXI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, también se presentaron Miguel Hernández y Arno Burkholder, catedráticos de la misma institución.
Para Burkholder, la historia difundida se divide en cuatro clasificaciones. “La primera abarca todas las historias que de niños nos contaron los adultos y abuelos”. Mientras que, la segunda categoría corresponde a la historia de bronce. Este tipo de narrativa es necesaria para el estado con la finalidad de legitimarse; es decir, para autoproclamarse heredero y merecedor del gobierno.
Consecuentemente, le sigue aquélla que critica a todas las figuras históricas. “Es morbosa y deleitosa; sus autores creen que manejan la verdad para descabezar a los títeres históricos”, continuó el historiador. Y por último, se encuentra la historia científica, la que responde, modestamente, con rigor al cómo y al por qué del presente.
Por su parte, Miguel Hernández recomendó a los asistentes de la charla leer historia científica. “Esta materia trata de encontrar los claroscuros de los acontecimientos del pasado; siempre quedan dudas para responder”. También invitó a acercarse a la novela histórica como Noticias del imperio, de Fernando del Paso, o al Seductor de la patria, de Enrique Serna.
Al finalizar, Hernández crítico a los programas televisivos y a las publicaciones que carecen de profesionalidad historiográfica. “La revista Proceso, en sus suplementos sobre el Bicentenario, llamó a especialistas en el tema; pero al final, alteró los textos y los cabeceó de forma llamativa para hacerlos atractivos y vendibles”, denunció.
Para entender el caos del presente está la historia. Esta disciplina ayuda a los curiosos a entender las circunstancias actuales; sin embargo, no da recetas aplicables. Eso es tarea de la historia natural pero la historia humana no se guía por leyes, según Othón Nava, historiador por el Instituto Mora.
En el marco de la XXXI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, también se presentaron Miguel Hernández y Arno Burkholder, catedráticos de la misma institución.
Para Burkholder, la historia difundida se divide en cuatro clasificaciones. “La primera abarca todas las historias que de niños nos contaron los adultos y abuelos”. Mientras que, la segunda categoría corresponde a la historia de bronce. Este tipo de narrativa es necesaria para el estado con la finalidad de legitimarse; es decir, para autoproclamarse heredero y merecedor del gobierno.
Consecuentemente, le sigue aquélla que critica a todas las figuras históricas. “Es morbosa y deleitosa; sus autores creen que manejan la verdad para descabezar a los títeres históricos”, continuó el historiador. Y por último, se encuentra la historia científica, la que responde, modestamente, con rigor al cómo y al por qué del presente.
Por su parte, Miguel Hernández recomendó a los asistentes de la charla leer historia científica. “Esta materia trata de encontrar los claroscuros de los acontecimientos del pasado; siempre quedan dudas para responder”. También invitó a acercarse a la novela histórica como Noticias del imperio, de Fernando del Paso, o al Seductor de la patria, de Enrique Serna.
Al finalizar, Hernández crítico a los programas televisivos y a las publicaciones que carecen de profesionalidad historiográfica. “La revista Proceso, en sus suplementos sobre el Bicentenario, llamó a especialistas en el tema; pero al final, alteró los textos y los cabeceó de forma llamativa para hacerlos atractivos y vendibles”, denunció.
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