lunes, 4 de mayo de 2009

El Semental Indomable

Hace poco entrevisté al Semental Indomable. Sí, el ex luchador ídolo del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) en la década de los 80. Probablemente muchos de ustedes no lo recuerden debido a su fugaz trayectoria como ídolo del Pancracio. Actualmente, el Semental Indomable vive en la colonia San Rafael de la delegación Cuauhtémoc. Su soledad es delirante, de manera tal que si cualquiera le dirige una palabra de cortesía, la leyenda fracturada no podrá parar de hablar. Por fortuna, yo no le dirigí una palabra de cortesía sino dos.

Él me contó muchas cosas de su vida, tanto así que con 10 minutos de acción interrumpida ya tenía la nota. Tanta información provocó que se rompieran los lazos profesionales para transformarse en una amena charla.

Desde su niñez, Bonifaz Núñez siempre quiso ser luchador. Dejó de estudiar desde los ocho años para empezar a trabajar en el negocio familiar, o sea, ninguno. Su papá era la cabecilla de tan singular oficio, por lo tanto, en su casa imperaba la palabra del borracho necio.

Carmelo Núñez era un hombre sustantivo al ser un golfo y encima un barco. Constantemente maldecía su mala fortuna. “Que porque soy borracho, no tengo trabajo ni dinero y más aparte la cruz de tener a un hijo tan huevón”.

La primera labor lucrativa de Bonifaz fue de bolero en la plaza de Santo Domingo, lugar que él se autonominó para dar bola y además para poder ir a las luchas de la arena Coliseo de a gratis. “De niño no tenía ni un pelo de pendejo, por eso ahora soy calvo”, ríe el anciano.

Su padre nunca estuvo de acuerdo con “esas porquerías”. Así le gustaba referirse al sueño de su hijo. Pero, como sin querer la cosa, él fue quien provocó a la leyenda.

Todo pasó cuando tenía 15 años. Bonifaz tenía que llegar a su casa temprano pero ese día peleaba Blue Demon, por lo tanto, la puntualidad era lo de menos. Su papá, como buen borracho, tenía alterado su sentido del espacio-tiempo. Cuando iba entrando, una ráfaga de golpes fue su bienvenida.

“No podía soportarlo más. No sé si todos hubieran actuado como yo, pero como ya estaba harto, decidí aplicarle mi conocimiento luchístico. Esa fue la primera vez que esquivé a un contrincante. También fue la primera vez que ataqué a alguien. Y sobre todo, fue la primera vez que maté, señor.”

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